De pelo corto, mameluco siempre manchado de grasa y un guaipe en las manos que anda trayendo todo el tiempo en el bolsillo, Doris es una mujer de pocas palabras y silencios atemorizantes que da la mano ofreciendo el antebrazo como los mecánicos. Es una especie de hombre de las cavernas, pero en versión femenina. Es la chofer del bus que apenas llega al pueblo se echa a perder. Siempre está esperando el repuesto, que llega tarde mal y nunca y siempre es el equivocado.

Los hombres, al comienzo, le tendrán miedo. Creen que es una lesbiana furiosa o simplemente una loca. Pero Doris no se amilanará y a la hora de competir en fuerza o para arreglar alguna maquinaria del campo, dejará al sexo masculino en vergüenza. A Doris le gusta el padre Gabriel y lo perseguirá solicitándolo para eternas sesiones de confesión en las que le cuenta sus mil y un pecados eróticos cometidos en innumerables viajes a bordo de la micro.